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       La
      prehistoria en el territorio hoy conocido por La Rioja da comienzo, de
      acuerdo con la investigación arqueológica, a finales del siglo X antes
      de Cristo según lo atestigua el método Carbono14 en el yacimiento del
      Cerro de Santa Ana en Entrena. Se admite de modo unánime que la llegada de las primeras
      migraciones indoeuropeas, vulgarmente conocidas como célticas, tiene
      lugar, en efecto, unos 1.000 años antes de nuestra Era. 
        
          |  |  
          | Comunidad. |    Los
      estratos de los yacimientos arqueológicos de los Berones evidencian
      primero la llamada civilización «hallstática» y más tarde la cultura
      «celtibérica».
      
        
      
       Entre
      el 700 y 500 a.C. sitúan los arqueólogos la entrada de la segunda oleada
      de estos pueblos indoeuropeos o célticos. La penetración de las últimas
      tribus indoeuropeas en La Rioja ocurre en los siglos V y III a.C. de igual
      forma que sucede en, los mismos períodos de tiempo en las provincias y
      regiones circundantes: Navarra, Aragón, País Vasco, etc. e igualmente en
      Grecia, Italia, Macedonia y Asia Menor.
      
        
      
       El
      resultado de estas migraciones indoeuropeas a lo largo del milenio
      anterior a Cristo son los yacimientos arqueológicos de El Redal, Cueva Lóbrega
      en Torrecilla de Carneros, Monte Cantabria en Logroño, San Miguel en
      Amedo, Bergasa, Libia en Herramélluri, etc.
      
        
      
       La
      Arqueología, en consecuencia, demuestra de modo evidente que los Berones
      pertenecen al mundo indoeuropeo y celtibérico.
      
        
      
       Si
      bien la ocupación romana de La Rioja por Sempronio Graco tiene lugar el año
      179 a.C., las poblaciones de Vareia, Tricio, Libia y Vergegio están
      documentadas como ya existentes en el siglo II a.C. Son por lo tanto
      asentamientos berones, es decir, no fundadas por legionarios romanos, como
      lo acreditan las fuentes monetales, epigráficas, lingüísticas y
      literarias.
      
        
       
        
      
       
       
       Desde
      el punto de vista lingüístico se aprecia en la Celtiberia, de la que
      formó parte el solar de los Berones, dos extensas familias de lenguas,
      correspondientes a otros tantos pueblos o familias de pueblos: la goidélica
      y la bretona.
      
        
      
       A
      juicio del desaparecido y gran maestro de lingüística, A. Tovar, la
      lengua goidélica o celtibérica es usada por los Berones y se practica
      asimismo en el sur y centro del solar de los Vascones y en las provincias
      de Burgos, Soría, Guadalajara, Zaragoza y parte de Teruel.
      
        
      
       «Se
      puede señalar los restos toponimicos indoeuropeos conocidos a partir de
      las fuentes clásicas  TritiumMegallum,
      Libia, Vareia, Dercetius..., los medievales o modernos Berceo, Briones,
      Bergasa..., los antropónimos, documentados en las fuentes epigráficas
      Ambatus, Segontius, Viranus, Tarbantu..., y finalmente los etnónimos
      atestiguados en las leyendas monetales Teitiacos, Uaracos y téseras de
      hospitalidad», afirma la investigadora riojana M. L. Villacampa.
      
        
      
       La
      radical céltica «ber» del término Berones, todavía en uso en el País
      de Gales, con significación de lanza según Villacanipa, es hallada también
      entre los escritores romanos en voces toponímicas célticas como Bemum,
      Bemos y Berone.
      
        
      
       Siguiendo
      a Villacampa, comprobamos que las dos primeras menciones de los Berones
      por parte del geógrafo griego Strabón, al servicio de Roma, no dejan
      lugar a duda alguna respecto a la celticidad de los Berones:
      
        
      
       «...
      después
      de los Celtas que ahora se llaman Celtiberos y Berones»; «... y éstos
      los Berones, forman parte de la migración céltica».
      
        
      
       La
      primera cita histórica de los Berones y de los Vascones procede del
      historiador latino Tito Livio en el Libro XCI de su obra «Ab Urbe condita».
      
        
      
       La
      Arqueología por su parte demuestra de modo evidente que los Berones
      pertenecen al mundo indoeuropeo y celtibérico.
      
        
      
       En
      el campo de la Numismática son sobradamente conocidas las cinco cecas ibéricas
      en el solar de los Berones: Uaracos, Teitiacos, Ledaisarna, Meduanium y
      Uargas. Permítaseme aclarar que Ceca es el lugar o población donde se
      acuñaba moneda.
      
        
        
      
       
      
       Puesto
      que la Arqueología y la Historia de La Rioja evidencian la celticidad o
      indoeuropeísmo de los primeros pobladores históricos de La Rioja, los
      Berones, es obvio que se hace innecesaria toda investigación en el campo
      de la lingüística respecto a si los Berones ~ hablaron o no la lengua de
      los Vascones, hoy conocida como lengua vasca.
      
        
      
       El
      largo período de un milenio antes de la Era cristiana se caracteriza
      fundamentalmente por la introducción, en nuestra área de la actual
      Rioja, del tomo rápido del alfarero, la aparición de los primeros
      vestigios de escritura epigráfica en el alfabeto ibérico, la progresiva
      evolución de la todavía poco desarrollada metalurgia del hierro, el
      trascendental paso de una economía basada en la ganadería ovinacabras y
      ovejas, a otras formas económicas en base también a una ganadería ovina
      pero sobre todo vacuna y caballar, el desarrollo revolucionario de nuevas
      técnicas agrícolas y nuevos cultivos, la tracción animal con el carro
      de rueda maciza y, sobre todo, porque los pueblos o tribus, que hábitan
      el suelo de las actuales Navarra, La Rioja, Aragón y País Vasco,
      empiezan a tener su nombre propio: Vascones, Berones, llergetes, Edetanos,
      Celtíberos, Várdulos, Caristios y Autrigones, es decir, se inicia la época
      que los historiadores definen como la PROTOHISTORIA.
      
        
      
       Es
      obligado matizar que las migraciones indoeuropeas nos están transformando
      de gentes pastoriles y trashumantes en pueblos agrícolas sedentarios.
      
        
      
       Los
      «Celtas» se caracterizan por ser hospitalarios, guerreros, caballerescos,
      dados a las divisiones intemas, magníficos artesanos, cultivadores de la
      composición literaria oral y por su diversidad de caracteres antropológicos.
      
        
      
       Las
      oleadas de penetración de estos pueblos indoeuropeos o célticos no son
      invasiones violentas y guerreras que buscan el pillaje y la destrucción,
      sino un éxodo de pueblos incineradores de economía agrícola y ganadera,
      que desbordando los portillos pirenáicos se vienen estableciendo con sus
      familias, enseres y rebaños de ganado vacuno y caballar y con todo su
      patrimonio cultural, ocupando las anchas cuencas de los ríos y las
      espaciosas llanuras ribereflas del Ebro.
      
        
        
      
       
       
       
      
        
      
        
      
       ROMANIZACION
      DE LA RIOJA
      
      
      
        
      
       La
      presencia romana en nuestra Península obedece en su primera fase al
      intento de cortar las fuentes de abastecimiento y destruir las defensas bélicas
      de sus enemigos los cartagineses en apoyo de las tribus de Iberia, sus
      aliadas. Mas esta ayuda, en principio desinteresada y generosa, se
      transforma pronto en conquista de nuestro territorio con su consecuente
      sometimiento de las gentes, pago de tributos, incorporación obligada a su
      milicia como mercenarios o esclavos y explotación de los recursos agrícolas,
      ganaderos y mineros.
      
        
      
       Los
      métodos puestos en práctica para someter a los pueblos de la Península
      son fundamentalmente dos: los indígenas se someten pacíficamente a las
      Legiones romanas o bien son convertidos en esclavos, arrancados de su
      solar o simplemente exterminados. A estos procedimientos romanos tan
      expeditivos, las tribus indígenas responden lógicamente, cuando pueden,
      con la ferocidad propia de quien se ve acorralado por un invasor mejor
      equipado y encuadrado en unidades militares profesionales, denominadas
      Legiones.
      
        
      
       Como
      única respuesta a esta máquina militar perfecta por parte del invasor,
      los indígenas ponen en práctica la sola estrategia posible, la guerrilla,
      tan ibérica e hispánica y tan practicada a lo largo de nuestra historia,
      que esta palabra es acogida en los diccionarios de todos los pueblos: los
      Iberos, los Lusitanos, los Celtíberos y los Cántabros. Sagunto, Numancia
      y Calagurris son su símbolo de exterminio.
      
        
      
       La
      administración romana, a través de sus protocónsules y tribunos,
      recauda por la fuerza enormes cantidades de oro y plata y con frecuencia
      incumple los pactos entre Roma y las tribus hispánicas, lo cual explica y
      jusqfica las feroces reacciones de los pueblos indígenas.
      
        
      
       La
      Romanización va a transformar todos los órdenes de la vida de los
      diversos pueblos que conforman la Iberia prerromana: las economías, las
      culturas, las lenguas, las etnias, etc..
      
        
      
       Las
      tropas indígenas, incorporadas en las Legiones romanas, se convierten en
      uno de los factores más importantes de la Romanización del territorio de
      los Berones. Son igualmente elementos colonizadores los soldados de Roma,
      acampados en su territorio durante las guerras de Sila y Sertorio en los
      siglos II y I a.C.
      
        
       
        
      
       
      
       Roma
      incorpora a la ocupación del territorio de los Berones una auténtica
      evolución de nuestra agricultura y ganadería y si bien prohíbe en
      principio el cultivo de la vid y del olivo para evitar la competencia con
      sus productos latinos, finalmente introduce el cultivo del olivo y de la
      vid, así como nuevos métodos para la elaboración del vino, tan valioso
      para el futuro de la Cuenca del Valle del Ebro y aporta el arado y las
      layas, útiles tan progresistas y avanzados que 2.000 años más tarde,
      todavía en nuestro siglo nuclear y espacial, continúan utilizándose en
      determinadas regiones de nuestro suelo peninsular.
      
        
      
       Roma
      nos incorpora igualmente el conocimiento y empleo de las eras circulares,
      donde por medio del trillo, dotado de pedernal cortante y tirado por
      animales, se tritura el tallo de los cereales y se separa el grano para la
      obtendión del pan y las sucesivas siembras. Hispania se convierte en el
      granero del Imperio Romano. Tanto el sistema como el útil el trillo, han
      sobrevivido hasta nuestros días sin haber sido superados hasta apenas
      hace medio siglo y no todavía por completo en todos los pueblos de la Península.
      La actividad comercial es intensa con las Galias, Italia y el resto de
      Hispania.
      
        
      
       En
      Beronia se opera una transfórinación progresista y profunda como
      consecuencia de las Guerras Cántabras, dada la necesídad urgente de
      abastecer de alimentos a las Legiones romanas al frente de las cuales
      operan Cayo Julio César y Octavio Augusto... Similar proceso de
      transformación se produce en los poblados de esta zona que se convierten
      en civitates florecientes por su actividad comercial y sobre todo en focos
      a su vez de irradiación de cultura romana.
      
        
      
       El
      carácter de la ocupación romana es expansivo, comercial, militar e
      industrial, por lo cual la Romanización de nuestro territorio atraviesa
      tres fases bien diferenciadas: primera, de ocupación militar; segunda, de
      protección contra las presiones e incursiones de los inquietos celtiberos
      del sur y por último de integración con los romanos, aceptando su lengua
      y su cultura e identificándose con las instituciones y formas de vida
      romanas.
      
        
       
       
      
       Como
      el carácter de la ocupación obedece a razones militares y económicas,
      acompañan a las Legiones y al aparato administrativo un gran contingente
      de colonos de emigración civil cuya dedicación consiste en la explotación
      de los recursos económicos de Hispania, extrayendo el oro de la sierra de
      Caurel en Lugo, el trigo de la Celtiberia, el aceite y el vino de la Bética
      y explotando las minas de las Médulas en el Bierzo, las de Río Tinto,
      etc..
      
        
      
       Esta
      masa de colonos extranjeros, aunque es reducida en su cuantía, es un
      factor extremadamente importante en el proceso de la Romanización hispana,
      ya que monopoliza toda actividad minera, agrícola, comercial, industrial
      y pesquera para el abastecimiento de las fuerzas militares, controla la
      explotación del campo a través de los germanos y la del comercio
      interior y de exportación por medio de gentes orientales de procedencia
      generalmente judía. Se admite como probable que el grupo de colonos del
      Valle del Ebro procedía de la región OscoUmbra de la Italia centro
      meridional.
      
        
      
       Otro
      elemento muy digno de tener en consideración está constituido por los
      legionarios del ejército romano, a quienes, como recompensa a sus
      servicios prestados a Roma, ésta les concede la propiedad de tierras,
      transformándoles en colonos sin olvidar su anterior condición militar.
      Esta condición de mitad soldados y mitad colonos sirve para establecer la
      fijación de la ocupación romana y para extender la influencia
      beneficiosa que significa la Romanización.
      
        
      
       La
      Romanización penetra, avanza y se consolida en el solar de los Berones
      merced a las calzadas y vías romanas. A través de ellas las diferentes
      gentes hispanas se intercomunican la nueva cultura romana al mismo tiempo
      que constituyen el medio de unir nuestros pueblos con las naciones vecinas:
      la Galia, Germania, Italia, etc., formando la estructura básica para la
      cohesión del Imperio.
      
        
      
       La
      Galia e Hispania están unidas por cuatro calzadas importantes: la
      Orienta] que atraviesa por el Col de Perthús, la Central por Somport y la
      Occidental por Roncesvalles. La cuarta calzada que cruza el territorio de
      los Berones, a partir de Bellisona, probablemente la actual Mallén,
      inicia un ramal por la orilla derecha del Ebro y otro por Cascantuin para
      unirse ambos en Graccurris Alfaro. Continuaba
      por Monteagudo, Tarazona, Numancia y Clunia, enlazándose con la conocidísima
      «Via 34» Asturica, Virovesca, Pompailon, Burdigala (Astorga, Briviesca,
      Pamplona y Burdeos).
      
        
       
        
      
       Hecho
      digno de sorpresa y admiración constituyen la precisión y exactitud casi
      general, que se observan entre geógrafos contemporáneos de aquellas épocas,
      respecto a la fijación de las ciudades o poblaciones y la distancia
      exacta de ellas a lo largo de las vías y calzadas romanas. Los datos
      geográficos facilitados por Ptolomeo y Strabón fueron más tarde
      ratificados por el Itinerario de Antonino, redactados hacia los años
      280/290 d.C.
       
         
      
        
      
       EL
      CRISTIANISMO EN LA RIOJA
      
      
      
        
      
       El
      cristianismo es otro y muy importante factor de la Roma7 nización y ambos,
      Cristianismo y Romanización, se desarrollan paralelamente.
      
        
      
       La
      Romanización significa la incorporación a los pueblos romanizados, de la
      cultura griega y latina, del Cristianismo y del resto de culturas de
      civilizaciones del Oriente próximo.
      
        
      
       La
      Cristianización del Valle del Ebro desde el Río Alhama hasta el Oca,
      desde Alfaro hasta Haro, ha estado íntimamente ligada a la existencia de
      Calahorra, que ha sido la Sede episcopal más importante de esta región,
      junto con la de la Calzada.
      
        
      
       Es
      evidente que la fe cristiana llega vía Tarragona, adonde alcanzaban con
      facilidad los barcos de Roma, y camina Ebro arriba siguiendo sus aguas
      hasta constituir la gran vía de penetración hacia el interior: Zaragoza,
      Huesca, Tarazona, Calahorra, Breviesca, Astorga y Lugo.
      
        
      
       La
      Cristianización no tiene que hacerse necesariamente como obra milagrosa
      por apóstoles o aún por sus discípulos o determinados misioneros,
      hombres de Dios, de dotes persuasivas más o menos célebres, sino que
      esta primera difusión del Cristianismo debió de ser obra de muchos
      cristianos anónimos que tenían el íntimo convencimiento de la
      importancia de ser y hacer cristianos a los demás.
      No hay que pensar tampoco en una Iglesia, ya establecida desde el
      principio, formalizada y centralizada, sino en comunidades locales que se
      bastaban a sí mismas y más bien aisladas.
      
      
        
      
       
       
       La
      difusión del Cristianismo sigue los pasos de la Romanización. Los
      Romanos han entrado en Hispania el año 218 a.C. y el año 19 a.C. termina
      la conquista de los últimos reductos con la victoria sobre los cántabros
      y astures. La verdadera Romanización en Hispania se inicia en este
      momento.
      
        
      
       Calahorra
      debió ser desde muy pronto el punto de atracción cristiana para otras
      poblaciones de la Cuenca del Ebro, cuyos habitantes acuden a venerar a los
      Santos Emeterio y Celedonio, soldados de una Legión romana, martirizados
      a comienzos del siv1o IV en la persecución decretada por Maximiano. La
      difusión del Cristianismo fue sin embargo muy lenta y callada.
      
        
      
       El
      Edicto de Nfilán, promulgado el 313 d.C., concede la libertad de culto en
      el Imperio romano. La situación en consecuencia para los cristianos ha
      cambiado de forma total.
       
         
      
        
      
       OCUPACION
      POR LOS ARABES.     SU RECONQUISTA.
        
      
       Antes
      de iniciar el comentario de la invasión de nuestro solar riojano por las
      tropas musulmanas, estimo obligado hacer una breve referencia a la
      tremenda convulsión que significa para los Berones las invasiones
      sucesivas y demoledoras de los pueblos bárbaros procedentes del norte del
      Imperio romano.
      
        
      
       Las
      invasiones se suceden en oleadas y se registran las primeras hacia el año
      275 d.C., hasta el 409, año en que la irrupción de oleadas llega a su
      culminación. Las primeras invasiones están integradas por tribus germánicas
      que desbordan el Rhin, devastan las Galias, arrasan Aquitania, enfilan los
      portillos del Pirineo, arrollan el solar de los Berones y sus poblaciones
      quedan sepultadas bajo capas de tierra y piedra calcinada por el fuego y
      así permanecen durante siglos. Al paso de estas hordas no queda más que
      pillaje, hambre, saqueos, pestes, enfermedades, miseria, desolación,
      fuego, sangre y muerte.
       
      
        
      
       
       
       El
      período comprendido entre la irrupción de las hordas bárbaras hasta la
      invasión de los musulmanes en el 711 es uno de los más oscuros de la
      historia riojana y corresponde al dominio visigodo.
      
        
      
       El
      ejército de ocupación musulmana se adueña de nuestro solar riojano en
      el 714, utilizando las viejas calzadas y vías romanas a lo largo del
      Ebro. Como la invasión no encuentra resístencia militar que impida la
      conquista, los cristianos son tratados con cierta consideración, puesto
      que no son obligados a renunciar a sus creencias. Permanecen en sus
      poblaciones, conservan sus tierras y únicamente son forzados a pagar el
      «arnán» o tributo.
      
        
      
       Durante
      unos doscientos años, hasta el 918, La Rioja alta y media están ocupadas
      por los musulmanes y las cuencas de los ríos Tirón y Oja, es decir, la
      Mayor'parte de La Rioja Alta se hallan despobladas y yermas como
      consecuencia de las campañas guerreras iniciadas o repetidas por los
      cristianos o musulmanes.
      
        
      
       Alfonso
      I y Ordoño I ocupan los pueblos y aldeas en poder de los árabes, degüellan
      a los infieles, incendian las cosechas, saquean las viviendas y liberan a
      los cristianos, llevándoles a tierras liberadas para su repoblación.
      
        
      
       La
      práctica de esta política de exterminio y de tierra quemada en La Rioja
      Alta produce como consecuencia la desertización humana y la pérdida
      total, ante la ausencia de cuatro o cinco generaciones, de los restos lingüísticos
      de sus primeros pobladores históricamente conocidos, los Berones.
      
        
      
       Es
      evidente que en una amplia zona riojana fronteriza entre árabes y
      cristianos, a la llegada de las primeras tropas de Sancho Garcés y de
      Ordoño a comienzos del siglo X, han desaparecido por completo los restos
      de habla céltica debido a la desertización humana.
      
        
      
       Las
      tropas de ocupación inicial de La Rioja proceden y son oriundas en casi
      su totalidad del territorio del Reino de Pamplona, cuyos límites
      aproximados meridionales están conformados por las Améscoas, Abárzuza,
      Cirauqui, Puente la Reina, Artajona, Ujué y Cáseda.
      
        
      
       
       
       Al
      sur de esta frontera, es decir, la mitad de la Navarra actual, se halla en
      poder de los musulmanes de la familia Banu Qasi, enemiga ya entonces de la
      Monarquía de Pamplona.
      
        
      
       Sancho
      Garcés, primer Rey de Pamplona de la dinastía de los Jimeno, recupera y
      repuebla La Rioja entonces conocida con ayuda de Ordoño II de Asturias.
      AbbalRahman 111, indignado por la ocupación de las cuencas del Oja, Tirón,
      Najerilla, Iregua y Leza, dirige una expedición de castigo, conocida como
      la campaña de Muez del 920 y derrota a los navarros, aunque sin
      trascendencia posterior, en Valdejunquera lugar entre Muez e Imjo en el
      valle de Guesalaz.
       
         En
      923 es conquistada NáJera finalmente, pero de nuevo el Emir en una
      rabiosa expedición militar, tras penetrar hasta el corazón del solar de
      los Vascones, la aldea de «Baskurisa» según el cronista árabe Ibri
      Idhari, gira hacia Pamplona, la capital del Cristiano y la incendia y
      arrasa hasta sus cimientos. Como consecuencia de estos hechos, Sancho Garcés
      1 traslada su Corte a NáJera, que se transforma en capital de la Monarquía
      Pamplonesa hasta 1076, fecha en que La Rioja es ocupada militarmente por
      Alfonso VI de Castilla a la muerte violenta del último de los siete reyes
      de PamplonaNájera, Sancho el de Peñalén.
      
        
      
       Tanto
      la primera dinastía del Reino de Pamplona, los Arista, como la siguiente,
      los Jimeno, proceden del corazón del Saltus Vasconum, es decir, de los
      valles de Salazar, Aezcoa y Roncal y hablan naturalmente la lengua materna
      de sus antepasados los Vascones. Entre los conquistadores que acompañan a
      Sancho Garcés figuran caballeros y tropas navarras, alavesas,
      guipuzcoanas y vizcaínas, históricamente documentadas en el siglo X,
      como los Herramel, Galbarra, Vennudo, Obeco, Scemeno o Gimeno, etc., cuya
      lengua familiar en aquellas fechas es la misma de los antiguos Vascones.
      
        
      
       Mediante
      la unión del sufijo «uri o ili» pueblo o ciudadal nombre de estas
      personas, fundan los nuevos poblados de la recolonización a través de
      sus antropónimos: Herramélluri, Vermúdori, Obécuri, Sceménuri, Nafárruri
      o Naliarruri, etc..
      
        
      
       Fray
      Justo Pérez de Urbel en su «Historia de Castilla» lo confirma:
      
        
       
        
      
       
       
       «De
      origen vasco, estos caudillos de la colonización dieron nombre a los
      lugares por ellos fundados como los Asur, Gonzalo, Rodrigo, dejaron sus
      huellas en Villasur, Villa Gonzalo, Villadiego, Villarrodrigo» y lo
      ratifica el gran medievalista Sánchez Albornoz.
      
        
      
       Al
      ejército de repoblación procedente del territorio que luego será
      conocido como Navarra, le acompañan y forman parte con él valiosas
      gentes de los Señoríos de Vizcaya, de Alava y de Guipúzcoa. Dada la
      posición prevalente que los Señores de Vizcaya ocupan en la Corte de
      PamplonaNájera, las fuentes documentadas acusan una intensa participación
      de los vizcaínos. Se observa igualmente notable colaboración alavesa y
      es evidente inferior el número de los repobladores guipuzcoanos en La
      Rioja al menos en los primeros años de reconquista.
      
        
      
       La
      Vasconización de La Rioja Alti es por consiguiente una evidencia lógica
      y consecuente ya que las cuencas de los ríos Tirón y Oja se hallan
      desertizadas y despobladas de eleffiento humano a la llegada de los
      repobladores de habla vascuence que componen las tropas de Sancho Garcés
      en la segunda decena del siglo X. Es razonable asimismo que los habitantes
      del valle de Ojacastro, en la cuenca alta del Oja, conserven vivo el
      vascuence todavía en el siglo XIII y que aún ahora, transcurridos ya
      diez siglos desde su repoblarniento, la toponomástica de la cuenca del
      Oja se nos muestre inequívoca y copiosamente en lengua vasca.
      
        
      
       La
      monarquía del Reino de PamplonaNájera, cuya capitafldad reside en esta
      ciudad, se desarrolla a lo largo de casi 200 años 918/1076 durante los
      cuales se funda y aparece ante la historia documentada la práctica
      totalidad de las poblaciones que conforman la actual Rioja Alta. Estimo
      oportuno este momento para exponer mi opinión respecto al origen del
      nombre de RIOJA.
      
        
      
       No
      considero documentadas y en consecuencia las rechazo, las supuestas
      denominaciones, nacidas y mantenidas en este siglo, de «Erriogia» o
      tierra de pan, o de «Ernotxa», cuya traducción corresponde a tierra fría.
      Los nombres toponímicos tienen una interpretación más fidedigna a través
      de las fuentes escritas o documentales que por mediación de la etimología
      o interpretaci6n de voces del siglo X, mediante, en este caso, la lengua
      vasca actual.
      
        
      
        
      
       
       
       El
      territorio del Río OJA comprendía en principio exclusivamente el valle
      de este río, es decir, desde Ezcaray y Ojacastro
      
        
      
       hasta
      su desembocadura en el Ebro. En el siglo X, en los Votos de San Millán,
      se docurnenta a este valle: Ribo Ogga. La voz Ogga está asimismo
      documentada en transformaciones de Oga, Oxa y Oja y la palabra
      complementaria Río procede del latín Ribus, Ribo, cuya unión aparece en
      el documento de los Fueros de Miranda de 1092 bajo la forma de «Ribodeoxa»
      transformada en el contrato de Rioxa en la Edad Media y de RIOJA en la era
      actual.
      
        
      
       La
      villa, hoy conocida como Casalarreina, fue denominada y está en efecto
      documentada como NAFARRURI, NAHARRULI, NAHARRURI, etc., voces todas ellas
      evolucionadas de la primitiva vascona de NAFARURI cuya traducción
      sencilla y correcta es Pueblo Navarro o Pueblo de Navarros.
      
        
      
           Se menciona por primera vez en 1070 en la
      confirmación que el Rey de NáJeraPamplona, Don Sancho, hace al Monaste
      rio de San Millán de la Cogolla de «Villulara que dicitur Men dion que
      est inter NAFARRURI  et
      Padulella Pauleja juxta Zufluri» Chiuri. Se hace también mención en el
      año 1098 sobre una donación en Pauleja, en 1104 en do nación de Muño Núñez
      a  an Millán de «una serna
      in via que vadit de Coscarrita  Cuzcurrita
      ad NAHARRURI».... en otra donación de Nuflo de Ziguri Chiuri  
      Santo Domingo de la Calzada de una vifia en NAHARRURI en 1136, en
      el Fuero de Cerezo en 1146, en el que aparece NAHARRULI, y en 1159 en otra
      donación de Rodrigo Núñez a San Millán de cuanto poseía en NAHARRURI.
      
        
      
       El
      Conde D. Lope Díaz, IX Señor de Vizcaya y padre de D. Diego López de
      Haro, hizo donación en 1170 de las villas de Cañas y Canillas a las
      Monjas del Císter de Hayuellas, antecesoras de las Monjas de Cañas y de
      acuerdo con algunos historiadores riejanos Doña Aldonza Ruiz de Castro,
      su viuda, agregó diversos bienes a este Monasterio, entre ellos la
      población de Naliárruri.
      
        
        
      
       
       
           REPOBLAMIENTO.  
       Finalizada
      la conquista de La Rioja con la ocupación de Ca¡ahorra en 1045, la de
      Zaragoza en 1118 y las de Tudela y Tarazona en 1119, corresponde ahora
      dedicar unas breves líneas a la repoblación de La Rioja.
      
        
      
       Debemos
      distinguir dos formas de repoblarníento: oficial y privado. El primero
      está inspirado y realizado por el Rey y por sus autoridades
      jurisdiccionales, los Condes y los Obispos. Obedece a la necesidad
      imperiosa de atraer el número necesario de gentes para roturar las
      tierras yermas recuperadas a los niusulmanes. A tal efecto se conceden a
      los nuevos núcleos de poblaci6n estímulos en forma de franquicias,
      fueros, ferias, etc., mediante los cuales se consigue concentrar a
      labradores y artesanos.
      
        
      
       La
      repoblación privada llega espontánea y dináinica y está constituida,
      fundamentalmente por familias procedentes de los Selloríos de Alava,
      Vizcaya y también de Castilla a partir de 1076, en busca de tierras más
      fértiles y productivas, Al método de adueñarse de las nuevas tierras se
      le denomina «presura», apropiación o conquista.
      
        
      
       Como
      consecuencia de la intensidad religiosa de la época se establecen centros
      de cristianización y colonización formados por monjes y clérigos,
      exponentes del factor espiritualizador misionero. '
      
        
      
       La
      repoblación oficial tiene lugar merced a las llamadas Cartaspueblas
      instituidas por la monarquía, por las cuales se entregan parcelas de
      tierra de forma hereditaria. Las Cartaspueblas iniciales se transforman
      con el tiempo en los Fueros de fundación de poblaciones.
      
        
      
       A
      partir de la conquista de Nájera Naxara, Naiara, Náxera en el 923 y de
      Calahorra en el 1045, queda restablecida la autoridad obispal en esta área.
      Otro factor importantísimo en el repoblamiento de La Rieja está
      constituido por el Camino de Santiago. La noticia del descubrimiento del
      sepulcro del Apóstol hace afluir a una auténtica y prolongada riada de
      peregrinos, procedentes de toda la Europa cristiana en busca de ganar el
      Jubileo apostólico.
      
        
        
      
       
       
       Los reyes, los monasterios y la nobleza se encargan de trazar caminos reales,
      de construir puentes, de levantar albergues y hospitales y de abrir
      comercios, de forma que, además de   promover las peregrinaciones, se crea un' activo comercio. Bajo
      la genérica denominación de «francos» se abarca a gentes lombardas,
      alemanes, flamencos, provenzales, gascones, normandos borgoñones, etc. La
      voz «francos» no significa en consecuencia oriundez de Francia, sino que
      han sido exentos de ciertos inipuestos o pechas, lo cual les da el carácter
      de francos o libres de aquellos tributos. Las Cartaspueblas primero y más
      tarde los Fueros de población están encaminados a repoblar los nuevos núcleos
      o pueblos que se están originando mediante comerciantes, artesanos,
      labradores «francos» procedentes de la Europa cristiana o de los reinos
      y señoríos vecinos.
      
        
      
       Nuevas
      devociones cristianas, dedicadas a sus santos preferidos, nos llegan a La
      Rioja aportadas por los peregrinos de la ruta jacobea. Se inicia en
      aquellas épocas la devoción y culto a Santa María Magdalena, San Lázaro,
      San Martín, San Nicolás, San Saturnino, etc.
      
        
      
       La
      Edad Media se caracteriza en el orden espiritual en dos connotaciones: la
      profusión de personas de ambos sexos que se consagran a Dios, y en
      consecuencia la numerosa creación y fundación de cenobios y monasterios
      y la aspiración general, manifestada sobre todo en los monarcas y en los
      nobles, a. la salvación del alma mediante donaciones cuantiosas y espléndidas
      en forma de sufragios después de su muerte en busca de acallar sus
      conciencias, normalmente encallecidas por las duras condiciones de vida
      imperantes a la sazón.
      
        
      
           MONASTERIOS
      RIOJANOS.
        
      
       Los
      grandes Monasterios adoptan desde el siglo X la Regla de San Benito y sus
      exponentes más conocidos son las Abadías de Albelda, San Prudencio de
      Monte Laturce, San Millán de la Cogolla, Valvanera y Santa María la Real
      de Nájera. Surgen después las femeninas de Cañas y de llerce, de Santo
      Domingo y de Ntra. Sra. del Vico en Amedo.
      
        
      
        
      
       
       
       Si
      bien no es mi propósito en este trabajo, exclusivamente dedicado a la
      investigación histórica del Monasterio de Ntra. Sra. de la Piedad de
      Casalarreina, extenderme en facilitar datos históricos
      en relación con cada uno de ellos, es a mi juicio oportuno dedicar unas líneas
      a la Abadía cisterciense de Cañas por haber sido probablemente desde
      1170 las dueñas y señoras del territorio y poblado, conocido desde 1508
      bajo el nombre del «Lugar de la Cassa de la Reyna».
      
        
      
       El
      Monasterio de Cañas fue la primera Abadía de Monjas Bernardas instaurada
      en La Rioja. Fue fundado primero en 1169 en Hayuellas, próximo a Santo
      Domingo y trasladado al año siguiente, 1170, a Cañas por el Conde D.
      Lope Díaz de Haro, IX Señor de Vizcaya, y su mujer Doña Aldonza Ruiz de
      Castro, quienes le donaron las villas de Cañas y Canillas con todas sus
      pertenencias. El Monasterio de Cañas, llamado el Claraval de La Rioja, es
      una auténtica joya del mejor estilo protogótico de España.
      
        
      
       Las
      Ordenes religiosas, nacidas en la Edad Media, nos han dejado la huella de
      sus grandes construcciones monacales en La Rioja. Entre los monasterios
      franciscanos destacan el primero de Logroflo en 1213, el de Vico en 1456,
      el de Cidamón, trasladado luego a Santo Domingo, el de Ntra. Sra. de
      Campolapuente en Comago, el de Nájera, el de Calahorra y el de
      Alfaro.'Este último es el único que persiste de cuantos he citado; el
      resto desapareció tras la desamortización ocurrida en 1835.
      
        
      
       Los
      monasterios franciscanos femeninos de La RiejA perviven sin embargo en la
      actualidad; tres de Clarisas en Entrena, Amedo y el de Nájera y dos de
      Concepcionistas, el de la Madre de Dios en Logroño y el de Alfaro.
      
        
      
       Pertenecen
      a la Orden Carmelita los dos Monasterios de Calahorra, el de Madres
      fundado en 1589 y el de Padres en 1602; el de Padres Carmelitas de
      Logroflo de 1628 y el de Madres en Logroflo de 1589. Recientemente fue
      inaugurado en 1953 el de Cabretón en Cervera del Río Alhama y el de
      Tricio en 1962.
      
        
      
       Existe
      en Alfaro el que fue Monasterio de San Agustín, fundado en 1373 y
      reconstruido en 1548. Perteneció igualmente a la Orden de San Agustín el
      de Madres Agustinas de Logroflo, hoy trasladado a Oyón.
      
        
      
       Es
      necesario, en la historia de nuestro Monasterio de la Piedad, hacer mención
      de la existencia del Monasterio Jerónimo de la Estrella en San Asensio,
      propiedad actual de los Hermanos de La Salle.
      
        
      
      
        
      
       
       
       La
      Orden de Santo Domingo contó con el Monasterio de San Gil fundado en 1427
      en Logroño y después con el de Valcuema, más tarde conocido por
      Valbuena, con el de la Esperanza en Alfaro y con el que para nosotros
      tiene dn entrañable afecto, el de Nuestra Señora de la Piedad de
      Casalarreina.
      
        
      
       Se
      ha escrito con justicia que es imposible entender a La Rioja sin el
      conocimiento de sus Monasterios, de la misma forma que es justo afirmar
      que la Europeización de la Hispania Medieval se inicia en La Rioja a Avés
      de sus Monasterios, que se convirtieron en los refugios de¡ saber humano
      en aquellas épocas.
      
        
      
       En
      sus Códices aparece hacia el año 945 el primer testimonio del incipiente
      romance castellano, así como las dos primeras frases escritas en la
      lengua entonces conocida como vascuence.
      
        
      
       La
      nobleza y las clases dirigentes encomiendan la educación de sus hijos a
      los Monasterios. El progreso en el orden social y cultural emana de los
      Monasterios merced a las Cartas de Fundación otorgadas por los Monarcas y
      los nobles, dotándoles de los bienes suficientes para hacer realidad la
      vida monacal en. comunidad. Es necesario admitir por otra parte que los
      Monasterios en la Edad Media llegan a ser los propietarios más
      importantes de la riqueza agrícola nacional.
      
        
      
           REINO
      DE NAJERA-PAMPLONA.
        
      
       El
      reino de NáJeraPamplona abarca el período comprendido entre 918 y 1076.
      Sus siete reyes son descendientes directos de Sancho Garcés I,
      reconquistador y repoblador primero de La Rioja. A la muerte de Sancho el
      de Peñalén, su primo Fernando VI de Castilla se apodera de La Rioja, se
      extingue el Reino de NáJeraPamplona y comienza la castellanización de La
      Rioja.
      
        
      
       A
      lo largo de los 158 años que abarca el reino de PamplonaNájera, el
      territorio de la actual Rioja alcanza la máxima cota de celebridad
      nacional al lado de su hermana Navarra en el acontecer histórico medieval
      desde su capital situada en NáJera a partir de su reconquista en 923 por
      Sancho Garcés I.
      
        
      
        
      
       
       
       Su
      extensión territorial máxima consíguese durante el reinado del más
      eximio de los reyes cristianos hasta entonces conocido, Sancho III el
      Mayor. Sus dominios se extienden por Navarra, La Rioja, Castilla, León,
      Aragón, Asturias, Galicía, Condado de Barcelona, Ducado de Gascuña, el
      Vizcondado de Labourd, es decir, el tercio superior de la Península o la
      totalidad de los Reinos y territorios cristianos.
      
        
      
       Con
      el otorgamiento del Fuero concedido a NáJera se da origen a la familia de
      Fueros Riojanos, que a su vez son inspiración y base del derecho de
      Castilla, Navarra, Aragón y el País Vasco. Los prestigiosos Monasterios
      de San Millán, Santa María la Real, Valvanera y San Martín de Albelda,
      fundados o recreados por los monarcas najerinos representan en aquella época
      el exponente de la culturá cristiana a través de la ruta jacobea.
      
        
      
       Con
      la división de los Reinos cristianos, realizada en vida de Sancho 111 el
      Mayor, se da nacimiento a Caltilla, Aragón, Navarra, de los cuales surgirá
      el estado español.
      
        
      
       Sancho
      III el Mayor visit . a con frecuencia San Millán de la
      
        
      
       Cogolla
      en tiempo de Cuaresma y pasa largas temporadas en su
      
       otro
      preferido Monasterio de Leyre, junto a su Abad Sancho.
      
        
      
           OCUPACION
      CASTELLANA.
      
      
        
      
       La
      Rioja tras su ocupación en 1076 por Fernando VI de Castilla pierde
      relieve nacional y se extingue la Corte de NáJera. Su castellanización
      es inexorable. Con largos intervalos de épocas de paz, La Rioja se
      transforma en la tierra de discordia y de apetencia entre Navarra y
      Castilla, como consecuencia de la firmeza de Navarra por recuperar sus
      antiguos territorios conquistados a los árabes y de la voluntad de
      Castilla de conservar incorporado a su Reino el territorio de La Rioja.
      
        
      
       A
      lo largo de tres siglos se desarrolla una lucha perenne entre Castilla y
      Navarra por conservar o recuperar La Rioja y establecer la frontera del
      Ebro. Desde
      las Conchas de Haro hasta Tudela y Alfaro, los monarcas de Castilla y
      Navarra fortifican las poblaciones situadas en ambas
      orillas, erigiendo sólidas fortalezas de seguridad a uno y otro lado del
      Ebro: San Vicente de la Sonsierra y Briones, Viana y Logroño, Milagro y
      Calahorra, Tudela y Alfaro.
      
        
       
        
      
       
       
       En
      1177 Sancho el Sabio de Navarra y Alfonso VIII de Castilla aceptan el
      arbitraje de Enrique II de Inglaterra quien establece el Ebro como línea
      divisoria inapelable. La sentencia es cuestionada de manera ininterrumpida
      y de nuevo las guerras o escaramuzas continúan hasta la desaparición de
      Navarra como Reino independiente en 1512 y su incorporación a la unidad
      de España.
      
        
      
       Antes
      de finalizar el siglo XIII se ha completado ya la creación de poblaciones
      riojanas. Las frecuentes luchas banderizas entre los nobles arrastran a
      los pueblos de La Rioja a su incorporación a las Hermandades de Castilla,
      buscando el apoyo de la Corona. Se adopta el régimen de Merindades,
      vigente en Castilla, estableciéndose las de Carneros, Logroño, Río
      Iregua, Albelda, Ocón y la de Rioja.
      
        
      
       Existe
      un manuscrito en la Biblioteca Nacional que es un índice de los pueblos
      del Obispado de Calahorra, dividido en Archipresbiterados, hecho el año
      de 1257. En el Río Oja se comprendías 52 pueblos, entre ellos NAHARRURI,
      los cuales constituyeron hasta la guerra de la Independencia la genuina
      Rioja.
      
        
      
       El
      veinte por ciento de la población de los valles del Cidacos, del Alharna,
      del Iregua y de Carneros estaba formado por familias de moriscos,
      dedicados a los cultivos agrícolas y a oficios artesanales.
      
        
      
       Las
      Alhamas o juderías representaron en La Rioja un papel trascendente
      organizando sus Concejos municipales independientes de la municipalidad
      cristiana.
      
        
      
       Cuando
      las Villas dependían jurisdiccionalmente del Rey eran denominadas «realengas»,
      si estaban sometidas a la autoridad de alguna Abadía o Monasterio, llamábanse
      «abadengas» y eran villas de «Señorío» si dependían de algún Señor,
      perteneciente casi siempre a la nobleza. El Monasterio de Cañas comprendía
      en el siglo XV el valle del mismo nombre y entre otras la población de
      NAHARRURI.
      
        
      
        
      
       
       
       Variadas
      razones venían influyendo en el descenso de población de Naharruri
      durante la fase final de la Edad Media como consecuencia sobre todo del
      excesivo poder de las Monjas de Cañas, que anulaba toda iniciativa de los
      labriegos del lugar, por lo cual el Monasterio de Cañas entró en
      contacto con el Ayuntamiento de Haro conviniendo ambos en realizar la
      venta de Naliarruri a censo enfitétitico. Doña Isabel de Meneses,
      Abadesa de Santa María de Cañas, previa consulta y autorización de la
      Abadesa del Monasterio de Santa María la Real de las Huelgas de Burgos y
      la intervención de la Visitadora, Doña Juana de Uftiga, efectúa la
      venta el 10 de Noviembre de 1407 a favor del Concejo de Haro, reservándose
      el Monasterio el señorío directo y «dejando el señorío útil para la
      Villa de Haro con todos sus términos, montes, pastos y aguas corrientes y
      estantes y el señorío y vasallaje con la jurisdicción civil y criminal...
      sin contar los derechos de elección y confirmación de los oficiales de
      su Ayuntamiento... y los de horca, pendón y cuchillo».
      
        
      
       El
      Concejo de Haro se obligó con el Monasterio de Cañas al pago anual de
      1.000 maravedís anuales.
      
        
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